En principio, la idea del Derecho como neutralizador de pasiones y
herramienta para fallos en sentido justo y equitativo es supremamente
inspiradora y motivacional para quienes nos dedicamos al estudio del mismo. Sin
embargo, existen esferas de intervención del derecho donde cualquier
justificación parece corta para continuar dejando en alto el ideal de la
efímera justicia. Tal es el caso de los procesos penales, donde la intervención
del Estado frente a la esfera de libertad del sujeto acusado debería constituir
un ejercicio neutralizador de pasiones y valorativo bajo criterios jurídicos.
Pero, para un abogado, no parece sencillo poner de presente una
lógica garantista ante los diferentes sujetos de un proceso penal, sobre todo
para quien se encuentra en una situación de mayor vulnerabilidad como es el
sujeto juzgado. Aquel que, bajo la óptica de la moral, del ciudadano común, de
las pasiones y sobretodo de los medios es un monstruo que no merece
consideración alguna, incluso un sujeto carente de garantías y derechos…Allí es
donde tiene que entrar el Derecho, sin embargo… ¡no es tarea fácil, juristas!
En consecuencia, existen múltiples circunstancias que condicionan
la posibilidad de desarrollar un acto de juzgamiento imparcial, pero esta no es
la implicación más preocupante de lo que sucede en la esfera de los procesos
penales, pues del juzgamiento existe un elemento sobreviniente que es quizá el
más preocupante y relevante tanto para el jurista, la víctima en algún sentido
y el ciudadano juzgado: la pena privativa de la libertad, una plaga reversible
pero impregnada en el ideal de una sociedad aparentemente castigadora.
A mi juicio, existen múltiples problemáticas respecto al
posicionamiento de la idea de la cárcel como el mecanismo más óptimo de castigo
y enseñanza para quién infringe una norma penal y a su vez lesiona un bien
jurídico.
Entre ellas podemos decir que existe una aparente necesidad de
penalizar, y a su vez una ausencia de racionalización a la aplicación del poder
punitivo. Sin embargo, digo aparente porque, los ciudadanos reclaman más penas
como castigo no porque crean en el poder del Estado como herramienta
suficiente, coercitiva y eficaz sino porque a la luz de las pasiones, el
ejercicio de una práctica humanamente degradante como lo es la prisión, es la
mejor manera de pagar o retribuir el daño que les ocasionaron, aún cuando la
peligrosa estadía del reo allí no le devuelva al sujeto afectado su paz o
incluso su vida.
Aún así, si hablamos, ni siquiera desde criterios jurídicos sino
de mera experiencia, la cárcel como lugar propio de hacinamiento, de violación
a derechos humanos, de degradación de la condición humana, de escuela de delito
y de enriquecimiento de algunos particulares (en el caso de concesión de
cárceles) no constituye bajo ninguna circunstancia una herramienta para
resocializar o prevenir la comisión de los delitos.
Por tanto, considero que como juristas nos encontramos con un reto
gigante que nos obliga a adquirir el conocimiento y la capacidad para exigir al
Estado nuevas alternativas de corrección, que deberá este desprender como el gran
aparato coercitivo y monopólico del uso de la fuerza que es, pues si bien la
cárcel en principio parece la única salida, si trascendemos las posibilidades
nos damos cuenta que existen otros mecanismo para cumplir fines verdaderamente
resocializadores y preventivos.
Y no señores, no es tarea fácil ponernos en la posición de
exigentes frente a nuevas respuestas estatales, puesto que las respuestas que
estamos pidiendo para sustituir en alguna medida las prisiones son exigencias
poco populistas, con un alto costo político y a su vez son medidas que resultan
efectivas a largo plazo, cuando se haya permeado un buen sector de la población
que perciba el beneficio de una solución distinta a la carcelaria, una solución
que castigue, que prevenga, pero sobretodo que se dé en virtud de unos
criterios jurídicos garantes de los derechos fundamentales de quien será
juzgado.
TANGA
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Entrada escrita por
Luisa Fernanda Londoño Jiménez
Estudiante de Derecho Universidad EAFIT (Medellín)
Caricatura por Álvaro Tangarife
CaricaTANGAS
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